Al ritmo

El otro día vi XXY con una amiga en casa, por recomendación hace algunos meses había leído “Chicos” de Sergio Bizzio que es donde se encuentra “Cinismo” el cuento en que se basó la peli, no voy a comentar de que se trata, aconsejo tanto leer el cuento (y mejor si pueden el libro) o ver la peli.

Lo que me motiva esta vez es una escena de esta película, cuando Alex (la protagonista) sostiene que lo bueno de escuchar música con auriculares es que parece que todo se mueve a ese ritmo.

Eso de escuchar música en la calle es algo que hago habitualmente, porque primero me gusta, además todo el recorrido se asimila mejor, claro, también tengo tiempo la mayoría de las veces que salgo como para distraerme un rato, entonces así ando.

Hoy me acordé de Alex y su diálogo mientras jugaba a seducir en una escena en la costanera uruguaya.

Yo venía caminando ahí por calle La Rioja, salía de un local, había hablado con la mina mala onda que me consigue buenas pelis y me las graba ya hace bastante tiempo, todavía no se su nombre, o no lo retengo porque en realidad creo que una vez se lo pregunté, pero lo olvidé, no sé, casi discutimos un día así que cuando pasé el antivirus por mi cabeza alguna noche de esas, seguramente lo eliminé.

Salí de ese local, entonces me dirigí a la peatonal santafesina, me prendí los auriculares, creo que escuchando algo de rock latino, siempre trato de evitar hacer algún movimiento para seguir el compás de la canción por no ridiculizarme o más que todo para no tropezarme en la calle porque mi torpeza se manifiesta todo el tiempo.
Entre la gente que venía de frente, veo un personaje que se aparece de repente, cabello negro con rulos, morocho, una sonrisa importante y contagiosa, algunos dientes blancos a los costados, sin comedor en el frente, vestía camisa clara con pullover escote en ve de color verde seco, jeans, zapatos negros de esos con suela gruesa de goma y con cordones, parecía transportado de los noventa por lo menos, también llevaba una especie de cuaderno o carpeta en la mano, mientras marcaba un paso al caminar venía tocando su batería imaginaria. Lo crucé, caminé unos pasos y no pude contenerme, me dí vuelta a mirarlo, por un instante creo que sentí que se estaba burlando, pero no.

Continué unos pasos, ahí sobre la peatonal hay una fuente con unos angelitos, el día se iluminaba con un sol de otoño bien fuerte y brilloso, como yo andaba con todas las luces busqué un lugar seco para sentarme sobre el borde de marmol y no mojarme.
El entró al recinto con rejas negras que separan de la vereda ese espacio previo a la escalera que te lleva a la puerta de la iglesia, subió y bajó los escalones, levantó la mirada hacia el campanario como apreciandolo, siempre manteniedo sus movimientos coordinados.
Lo miré un momento, esperé un rato más. Apagué la música.Como una canción que se va terminando y baja lentamente el volumen, caminó lentamente unos pasos y se sentó en las escaleras.

Estuvimos casi en la misma posición a la distancia unos minutos, los dos sentados.
No sé por qué quería verlo moverse sin que yo esté escuchando música, decidí no encender el Mp4.

El tipo se levantó, giró, se sacudió delicadamente el pantalón, como cansado de esperar algo, miró una vez más hacia arriba, con elegancia al caminar se persignó y entró a la iglesia.