martes, 20 de septiembre de 2011

Palabras que trascienden.

Días pasados se realizó una reunión con autoridades del gobierno Provincial y Municipal, junto con los Pueblos Originarios de esta región, con la idea de conciliar y colaborar en este intento por reivindicar la propiedad de las tierras a estos habitantes tan castigados.
La reunión sucedió con las formalidades que tanto el caso como el ámbito ameritaban, cada parte se expresó ante una inquieta escucha de los demás.
Sin embargo el hombre estaba ahí en silencio escuchando, casi inmóvil, miraba al orador de turno para saber quien estaba hablando, con las manos juntas, los dedos entrelazados, oía con mirada baja y pensante.
Una señora especializada en facilitación y mediación, que fue convocada para hacer de moderadora, estaba parada al frente para colaborar y anotar en una pizarra las conclusiones.
Hacia el final de la reunión, después de intercambiar opiniones, discutir sobre leyes, promesas y destino de esos campos; antes que acabara la jornada ese hombre que había permanecido hasta entonces callado, levanto la mano a media altura sobre su hombro solicitando la palabra,  aguardó en calma su turno después de escuchar tantas disparidades e intentos por ganar cada parte un poco más y ceder un poco menos.
Le cedieron la palabra, calmadamente esperó que la sala esté completamente en silencio y dijo con voz grave y serena en medio de un difícil clima de negociaciones, expresó su complacencia por este tipo de espacios de reunión para intercambiar ideas, lograr acuerdos, siempre en busca de soluciones acercando a las partes para evacuar todo margen de dudas, al final agregó con sabiduría mirando a todos los ocupantes de la sala:
“... hermanos tambien debemos estar en paz y saber que reconocer nuestros errores también ayuda a limpiar el alma... ”
A la salida pregunté por él, entonces pude escribir “06/07 Juan Calisaya dirigente Coya del IPAS”.
En mi anotador había escrito muchas otras cosas, la frase quedó en mí, creo que trascendió el contexto.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Cambio de ánimos.

Regresaba de la estación de ómnibus, había ido a acompañar a mi hija que volvió con su mamá, es que esta noche de sábado tiene un cumpleaños de quince, y yo no tenía una mejor propuesta para hacerle.
Es un día o más bien una tarde de la semana que últimamente me resulta poco agradable.
Hoy el viento se hace sentir, mientras el sol juega alegremente entre y con las nubes para disputarse quién conquista el cielo, vuelvo a las puteadas, con la cabeza a mil, pensando aturdidamente.
Mañana domingo, es el cumpleaños sesenta de Josefa y como ya es costumbre a lo largo de nuestras vidas otro día importante separados, porque en realidad así vivimos, separados o juntos a la distancia.
Familia, laburo, deseos inconclusos, aspiraciones en el horizonte que puedo ver tras un ventanal de vidrio esmerilado. Chinche fresquita y vigorosa.
Última cuadra antes de doblar y llegar al departamento, veo dos jóvenes muchachas que vienen caminando de frente por la misma vereda, contándose de su noche anterior y de lo pelotudos que somos, sus cabellos flamean, lucen bien arregladas, si no fuera por el viento tal vez hasta perfumadas, sus rostros joviales que contagian alegría. Igual mi cabeza hervía. Pasan.
Sobre la misma vereda un tipo parado en la puerta a su interior, parece verme, giro y siento su mirada pasar como un laser certero a los culos de esas chiquillas, es una situación que verla generalmente me resulta al menos incómodo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Once de Septiembre.

Once de septiembre, domingo, pasadas las 08 de la mañana, el sol que iluminaba la ventana me despertó, sentí la cara pesada, los ojos más chicos, la boca que aún estando cerrada no me permitía juntar dentro las dentaduras, sensación como si estuviera por masticar, las secuelas típicas de un chardonay bebido bien frapé y solitario.
Acostado en la cama me estiré en plenitud para descontracturar cada hueso, cada músculo, cada nervio, algo que vengo practicando las mañanas antes de levantarme por recomendación de mi moderno chaman urbano. Me quedé boca arriba mirando mi cielo de donde se amarra el ventilador como una gran hélice invertida.
Tuve la sensación de necesidad que algo debía escribir, me quedé pensando. Recordé que es 11 de septiembre, en la infancia era nada más y nada menos que el día del maestro, hoy devaluado mediáticamente por un nuevo aniversario del atentado a las torres gemelas en yanquilandia, la verdad que después de tanto circo y una versión posible de que los grupos de poder interno de ese país se sumaron a los islámicos para hacer una cosa así, por la asquerosa y sencilla humana razón de la disputa del poder económico, es algo que sinceramente despierta al menos repudio, donde una vez más se puso en juego la vida de gente que seguramente nada tenía que ver.
Tambien podría recordar el derrocamiento de Salvador Allende, allá por 1974 en Chile por el gobierno de facto, aunque a casualmente parece ser menos importante que lo sucedido con las torres gemelas en la rutina mediática.
Seguí pensando.
Mi estómago ganó la pulseada al órgano pensante así que decidí levantarme para ir al supermercado a buscar abastecimiento para el domingo y los primeros días de la semana.
Después de idas y venidas me acordé de algo guardado hasta hoy y lo pude rescatar.