viernes, 2 de abril de 2010

Aún recuerdo

Era viernes, fue un día agotador, había terminado con mis responsabilidades de la semana, caminaba distraído por el mismo trayecto que hacíamos todos lo días, pensando en nada, escuchando el crujir de las hojas secas que cubrían todo, es que el otoño ya se hacía sentir en Buenos Aires y los árboles a modo de despojo se desnudaron para teñir con tonalidades de dorado todas las veredas. Se sentía una tenue brisa fría.
Ví que ella venía detrás a unos cuantos metros, de repente apuró el paso, ya nos había alcanzado, caminó del lado de Josefa entre ella y la pared, la acompañó unos cuantos pasos sin que ésta se diera cuenta, antes de cruzar la calle la tomó del brazo y le habló.
- Disculpe señora, ¿usted es la mamá de Sebastian?
Nos detuvimos, levanté la mirada, vi a Josefa.
- Si - respondió sorprendida.
- Yo soy Carolina, tengo que hablar con usted, ¿puedo?
- Si, ¿cómo no?
- Bueno en realidad quiero decirle algo.
Entre la multitud que pasaban por nuestro lado tornaba el ambiente ensordecedor, para mí fue una secuencia de imágenes en cámara lenta, en la cual nosotros tres estábamos en primer plano, en el centro de la escena, todavía recuerdo ese momento, siento esa sensación similar a que te den una gran mochila no apta para viajeros y tener que cargarla solo sobre mis hombros.
Mi preocupación se vio rebalsada en todo mi ser, manifestándose en gotas de transpiración que brotaban de mi cabeza, hubiera deseado no haber estado ahí en ese momento, pero a veces uno no tiene opción y debe enfrentar ciertas situaciones, aunque consideraba que no había pasado un tiempo suficiente para dar semejante noticia a mi madre.
- Es que yo… bueno en realidad Sebas…- hizo una pausa y agregó- Soy la novia de su hijo- y se quedó parada ahí un instante.
Fue esa una situación muy extraña y seguramente hasta incómoda, la leve y fría brisa aplacó esas gotas de transpiración, los ojos se me inundaron dejándolos brillosos.
Nos miramos, vi mi mirada en la suya, su sonrisa se atrevió a contagiarme, a pesar de una fuerte lucha para intentar que no se filtrara.
Josefa entonces me miró, creo que no supo bien qué decirme, pero la pregunta era la obligada en esa situación
- ¿Es cierto? – me preguntó.
Entre esa sonrisa rebelde que intentaba contener y la sensación frió calor bajé la cabeza, Josefa se dio cuenta de mi momento de timidez, entonces disimuladamente sonrió.
Mi madre me tomó a mí de la mano para cruzar la calle, en la otra llevaba mi bolsita a cuadros azul que tenía bordado mi nombre al igual que mi corbata, miré hacia todos lados, porque fue a la salida y pasaban todos mis compañeros.
Carolina se dio vuelta y se fue corriendo entre la gente, entonces me quedé mirándola, su pelo aún sujeto en dos colitas, se movía al ritmo que ella corría, el delantal a cuadritos rosa que llevaba desprendido flameaba, esos pies con medias blancas y zapatos negros iban impulsados por semejante desahogo que pudo liberar. La madre que llevaba su bolsita a cuadros rosa, la estaba esperando, fue con ella, la miró con dulce sonrisa, hablaron unas palabras, mientras la tomó de la mano y con rumbo a su casa empezaron a caminar.
Fue mi primera novia de la infancia, creo que perduró lo mismo que los días hábiles de una semana, más o menos, nos veíamos en el aula esos días, no hubo ni un beso, una vez sí bailamos en un cumpleaños, pero ya habíamos terminado, ella eligió a otro de mis compañeros creo, ya no importa, lo pude superar, pasaron muchos años, hace bastante terminé preescolar, pero aún recuerdo todo con mucha ternura.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta, tenes una manera de escribir que llega al corazón!!! Nose si son los detalles o la sencibilidad para contar cada escena pero es muy interesante...Hacía mucho que tenía intriga por leer algo tuyo...

Anónimo dijo...

Realmente tierno.

Unknown dijo...

Espectacular ...