jueves, 27 de mayo de 2010

Día crónico ( de miércoles, claro)

Los festejos por El Bicentenario se extendieron hasta altas horas, tanto como para terminar en la madrugada del otro día, miércoles, claro.
Mi ánimo no era el mejor, ya que cada vez que veía alguna imagen por ATC, canal 7 o como lo llamen ahora, lamentaba no haber ido, fue un temita que lo charlé y me lo reproché todo el fin de semana, pero bue.
Mi sofá no es muy cómodo, menos cuando estoy solo, que en realidad es cuando más me doy cuenta de lo incómodo que es, la explicación realmente no la tengo ni tampoco pretendo hacer un estudio sobre el tema.
Así arrancó mi “día crónico” mirando por tele acontecimientos que transcurrían en un lugar donde quería estar, acostado en mi sofá que cuando estoy solo no me banca.
Está más que claro que este es un espacio donde se expresan entre otras cosas estados de ánimo y a eso voy, me cuesta bastante manifestarlos, es una barrera que vengo tratando de superar, soy de los que predica e incentiva para que la gente se exprese, pero como dice el refrán “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago” .Éste resulta para mí un medio de descarga y acá estoy dejando que mis dedos sirvan de canal para disparar sobre el teclado, por eso es que escribo.
La verdad que ayer no se me caía una idea para escribir sobre algo y terminarlo, como hace ya unos días. Voy a ser reiterativo, como creo que uno tiene necesidad de manifestarse es que comienzo.
Terminada la transmisión de los festejos me acosté tratando de conciliar el sueño con una corta meditación alrededor de las tres de la mañana, es un ejercicio simple que consiste en tratar de pensar y recordar lugares lindos de la infancia, buenos momentos, alegrías, cerrar los ojos y dejarse llevar, asi uno descanza todo el cuerpo y la mente con una idea de paz y tranquilidad. Pero en mi estado me levanté tres veces y me dormí creo que por lo menos dos horas después, cerca de las cinco.
Era un día “laboral” va con comillas porque arrancaba esta semana corta con muchas cosas por hacer, porque de hecho es en cuanto a días hábiles comprimida.
Para quienes lo ignoran ejerzo y vivo de una profesión que no me agrada, con la que lucho para llevarla adelante a cada momento, pero podría decir que estoy en la búsqueda de esa veta que según dicen los experimentados siempre está en ese amplio abanico de posibilidades imaginario que ofrece.
Me levanté a las 8,30 de la mañana, como siempre en la cama mientras hago la previa a levantarme y en momentos en que me desperezo proyecto el día, y bueno, no tenía iniciativa, pero igual puse todo de mi, entredormido voy directo a la cocina a preparar el desayuno, prendo la compu y nada, ni un mail para venderme algo, ni dietas, ni nada, nada nada nada, me voy a lavar la cara y los dientes, miro el espejo, peor que de costumbre, eso ya es grave, cuando vuelvo el agua hirvió porque era poca y de hecho no llenaba ni un pozillo pequeño, la heladera estaba vacía, y mi estómago se vió engañado por una taza de té con leche que para más estaba fría.
Encendí la caja boba para saber la temperatura y ver si por las dudas tras la puerta que da a la calle seguía existiendo el mundo o si todos este tiempo vivido resultaba ser un sueño y en realidad tenía que ir al colegio con siete u ocho años, pero no, claro, qué podrían estar pasando sino la re- re- repetición de los actos de El Bicentenario.
Daban unos 14 grados, me cambié, bajé, cuando estoy cerrando la puerta me llaman por teléfono, para darme la noticia de que debía esperar una encomienda que ya me la habían enviado, cosa que odio y se lo reprocho a mi gran amigo y colega ya que impide que me pueda mover de mi casa, así que a subir de nuevo.
Busqué el lado positivo, semana corta, todo el mundo haciendo sus trámites, colas, gente, la ecuación arroja un solo resultado igual a: administración pública colapsada.
Me quedé en casa con el chip programado para hacer cosas, en ese caso, pregunto ¿algo peor que quedarse cuando estuviste un finde largo y no se tienen ganas?
Situación: nada en casa por hacer, un default en la concentración, sin ideas para escribir; es más que un boleto free para despegar sin escalas a la estupidez mientras al mirar por la ventanilla en ese viaje pueda uno permitirse pensar todas las boludeces habidas y por haber en la más amplia gama de tamaños y colores, más todos los planteos y cuestionamientos que se puedan catalogar, suficientemente necesarios como para que en forma de un taladro perforaran esta cabecita, eso sí importantísimo previamente debía colocarme delicadamente unas uñas postizas de buena calidad porque las mias no iban a ser suficientes.
Así que bueno, preparé el mate, encendí el tele, apagué el tele, busqué libros para estudiar, los tiré a un costado, busqué libros para leer, los subí a los otros, prendí la compu nuevamente, nada, llamé unos amigos y como indicaba la lógica estaban todos ocupados, salir no podía, tenía hambre, sueño, frío. No me quedó otra estudié a medias. Entre idas y vueltas llegó el medio día, ya no quería pensar ni en que iba a almorzar, me hice un sanguche y “a la camita”. Sí, una siesta era más que necesaria.
Sé ahora que la pregunta que va es - ¿y la encomienda? – no podía ser de otra manera, tocaron el timbre tres veces, una equivocada, la otra pidiendo colaboración y si, la última con la encomienda, otro temita estoy aumentando la dosis de nicotina y humo a mis pulmones por lo que ronco lo suficiente como para escucharme, y me cuesta dormir (ni hablar de los reproches) se hicieron las 15.30, no más siesta, no más.
A cambiar la onda, par de movimientos para elongar, abrir todas las puertas y ventanas para cambiar la energía, música, un poco de rock and roll y a arrancar la tarde.
Hay que leer, hacer cosas, laburar, ocuparse. Llamó un colega, vino horas después teóricamente por trabajo, me terminó contando de su vida sentimental casi hora y media, aguanté porque a los veinte minutos ya había puesto el automático debido a que no me dejaba hablar, ni opinar de su monólogo de carácter abrumador. Se fué.
En todo este tiempo transcurrido entre las 15.30 y ya las 19.00 claro que continué en el mismo maldito e interminable viaje, de re pensarse en todo, sí, en todo ¿con qué necesidad? no sé.
Llamé a mi amigo y mutuo analista, que claro como venía el día seguro estaba ocupado, y sí.
Llamé a mis compañeras de estudio de las cuales en principio venían temprano a comer, claro, fueron cancelando de apoco en forma escalonada, excepto Euge con quien nos turnamos en el diván para la sesión de terapia, Loretta y Ceci venían después de cenar.
Llegó la noche, un día nulo, para el olvido, que no pasó nada pero se siente.
No quiero consecuencias más que este relato que lo escribí antes de terminar el día despues de ordenar a medias. Pensé, ya es jueves, mejor me acuesto. Me acosté y no podía dormir, claro el miércoles no se quería ir.

1 comentario:

Yararán dijo...

Bueno, por lo menos contás con un grupo de amigas que está con vos, y los amigos hacen que la vida sea más linda.
Un saludo grande