viernes, 18 de diciembre de 2009

Por si acaso, una almendra

Uno puede hacer y pensar lo que quiera, poner todos los regalos que compró dentro de la heladera para no olvidarse de entregarlos ya sean adornos, ropas o llaveros, dormirse en invierno con ventilador al máximo solo para escuchar el ruido y soñar que va a bordo de un Boeing B-17, pedir que le practiquen sexo oral mientras hace la vertical, sostener que solo trabaja el que tiene tiempo y no tiene otra cosa que hacer, no usar ropa interior nunca o usar la misma toda la semana, salir a trotar únicamente los días de lluvia, andar en verano con borceguíes y campera de cuero, tocarse mirando las invitadas al programa Almorzando con Mirta Legrand, comprarse la biografía de Leonardo Di Capprio, irse a la cordillera un par de semanas y quedarse cuatro meses, dormirse en plena masturbación sin acabar o juguetear un rato y terminar siempre limpiándose con una media. Esto es libre albedrío.
Ahora, decretar en un grupo inseparable de amigos, que uno de los integrantes es mufa, no es un tema menor.
Franco, parecía que había tenido un buen año, estábamos comenzando diciembre, tenía encima un viaje a Europa de unos cuarenta días aproximadamente, con el vinieron anécdotas, lugares, personajes, fotos. En el trabajo andaba bien, para más el equipo de fútbol del cual es hincha ahí peleando hasta el final, aunque no es muy expresivo, se lo veía feliz, como siempre.
Era un año fantástico en los papeles, al menos desde afuera, pero un día en un asado, entre esas conversaciones que uno tiene de todo y de nada, ahí me llama aparte y me contó su problema.
- ¡No sabés!- me dice por lo bajo mirando a los lados y tomándose desde la mandíbula hasta la pera - Tengo un grupo de amigos que son terribles. ¿Vos tenés cabalas? ¿Sos supersticioso?- me mira esperando una respuesta.
- Mas o menos- le dije. Después de escucharlo pude clasificarme.
Entonces comenzó a contarme.
- Resulta que estos pibes que te digo, son tan supersticiosos, viven con todas las cábalas, ahora tienen un digesto con ítems detallado de las supersticiones- y pasó a enumerar-
Es de buena suerte: levantarse con el pié derecho, lavarse la cara a la mañana con agua fría, ir a rendir o a una entrevista con determinada ropa, a la cancha se entra dando un saltito, si ves un colorado tocate el huevo derecho, no cruzar debajo de las escaleras, evitar que los gatos se crucen en el camino, si se cae sal tirar tres veces para atrás en el patio.
Obvio cuidado con los espejos, el aceite y los colores.
En cambio es de buena suerte:
Ver un auto con una sola luz, cogerse una colorada, tener una almendra guardada, encontrar una moneda tirada o un clavo.
Y así una lista interminable para cada caso, según atraiga buena o mala suerte.
Eso no es nada, ahora parece que detectaron a uno de los integrantes del grupo como un mufa. Son tan fanáticos que decidieron por unanimidad que ni lo nombraban, a veces de ser necesario se referían a él como a una cosa- ¿che, “el mesa” o “el silla” viene?- ni siquiera sobrenombre le habían puesto al desgraciado, ya no lo invitaban a comer. Imaginate que hace tiempo vienen poniendo insostenibles excusas para evitarlo en las peñas, según ellos ya estaba comprobado y verificado, el tipo es mufa, es más ya están ideando las estrategias para no ver con él los partidos- mientras probaba la picada.
Solo sonreí y busqué una cerveza, todavía faltaba para el asado. Franco continuó, con gestos de preocupación.
- Y ahora, por eso estoy traumado, hace tres fechas que venía yendo de local a la cancha, el último partido que perdimos fué aquel ¿te acordás?, ese que nos hicieron dos goles y ni la vimos, bueno ese. Al partido siguiente voy como siempre, ya un poquito ilusionado, para más los de arriba habían perdido, así que nos quedamos ahí a unos puntitos. Cuando estaba entrando a la cancha me habla Lucrecia, es una cliente del estudio, para preguntarme no se qué boludes, algo de su trámite que le vengo haciendo, así que bueno, hablamos.
Pasó un partido complicado, pero gananos uno a cero, bueno tuve una semana feliz, hasta me puse traje para ir a tribunales, mil puntos.
Hasta ahí, todo normal, ¿viste que ahora los partidos son entre semana?, por el tema que el año próximo es el mundial, así que van adelantando, bueno, a la semana teníamos otro de local, y sí, fuí, muy duro ya desde la previa ¡cómo anduve ese día para llegar!, casi sobre la hora del comienzo entré, bueno estaba por subir a la platea, suena el teléfono, miro así, Lucrecia, lo primero que dije- ¡que lo parió!- bueno, la atiendo, otra vez el mismo tema, cortamos. ¡Que lindo partido!, sufrimos pero ganamos dos a uno, terminamos cantando – Y la vuelta vamo’ a dar....
Bueno, pasó, unos de estos días, ahora- me hace un gesto señalando hacia el piso con una mano dándome a entender que fue recientemente y continuó entusiasmado con su relato-  en la calle me la encuentro a Lucrecia, el hecho de haberme llamado dos veces estando en la cancha y justo ganamos, tenía algo de anecdótico casi gracioso, ella misma me dice - Ahora me vas a tener que atender siempre el celular- con una sonrisa hasta ahí perfecto. Encima me dijo que pasó por el estudio y pagó unos pesos, una genia, pero... ¿sabés qué se me ocurre decirle cuando se va?, ¡ya nos habíamos despedido!, ¡se estaba yendo!- Se pone los cuatro dedos de la mano en la sien y el pulgar en la oreja cuando agrega - me doy vuelta y le digo, ¡sos mi cábala Lucre!-
Silencio, Franco abrió los ojos lo suficiente como para que lo mire asombrado yo también.- Si, le dije eso – me asegura como sufriendo lamento, con esa mano derecha en su frente levantándose el flequillo, continuó.
- Al partido siguiente treinta mil personas de rojo y negro, partido chivo, patadas, caídas, no había dos pases seguidos del mismo equipo, bueno no pasaba nada. Al lado, un tipo, el mismo tipo de todo el torneo, vestido como en todos los partidos, saca el celular, mira al de al lado y le dice- Lo traje, ya hace tres partidos que ganamos y este lo tengo siempre en la mano.
No me cayó una ficha, era un tragamonedas que no paraba de despedir metales, saco mi celular y ya iban diez minutos del primer tiempo. Lucrecia no llamaba.
Pasó el tiempo, mi cabala era que tenía que llamar ella, comencé a impacientarme, el partido en sí ya no era mi principal preocupación, igual todavía tenía margen, podía esperar.
Termina el primer tiempo, decido llamar a mi vieja para que se fije en el estudio, para que busque en la agenda que estaba arriba del escritorio y llame a la casa de esta mina, para que por cualquier excusa ella me llame a mí al celular. Esperé.
Me había puesto a mirar toda esa multitud, ¡qué cantidad de gente! me mareaba seguir toda la tribuna en rededor. Treinta mil almas, dijo la voz del estadio, sí, treinta mil. Le iba a cagar la tarde a treinta mil personas que estaban ahí, más los que se quedaron en sus casas ansiosos e ilusionados como yo hasta ese momento.
Me había sonado todas las articulaciones de los dedos de las manos y de los pies, hasta las vértebras del cuello, si alguno se daba cuenta me iba a matar, empecé a transpirar. Pasaba el tiempo. Miro el reloj y faltaban 7 minutos. La llamé.
No sé qué le dije, su respuesta fué-  Doctor usted no me llama por el caso, ya sé porque me llama, ¿está en la cancha no? – Respondí rápidamente esquivando la pregunta y cortamos.
Franco me miró a los ojos y rápidamente buscó una cerveza, volvió, se quedó inmóvil y por un momento desconsolado, no lo podía creer.  Yo ya sabía el resultado, también soy hincha de ese mismo club.
Me contó que se retiró del estadio con la cabeza gacha, por miedo a que alguien lo detecte, pensando que ahí unas cuantas personas lo estaban mirando y lo iban a abuchear, como mínimo.
Bueno, no te hagas problema tampoco da para traumarse- agregué.
- Si tenés razón pero viste como es cuando uno se persigue.- pensaba Franco en voz alta, mirando el piso.
Además, llegamos juntos a la conclusión que uno no puede así porque sí atribuirle a cualquier cosa, persona o hecho el carácter de cábala, de mufa, yeta o lo que sea. Qué tenía que ver Lucrecia en todo esto y, él, un hincha entre treinta mil personas, con la fortuna de un equipo de fútbol, ¿no? Seguimos tomando.
En eso suena su celular, lo saca del bolsillo y se le cae algo así como una avellana, una almendra, fileteado un escudo, la alza me mira, su rostro se tiñe de rojo, pero sonríe.

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