lunes, 18 de enero de 2010

La botella de champán.



Denilson

Después de aquel viaje a Italia, fortalecimos nuestra amistad, aún cuando yo tenía apenas 18 años y Denílson unos 30 más.
Su fisonomía y personalidad típica de un profe de educación física, tranquilo, agradable, de buen trato, aparentaba con algunos años menos a su edad, cabello ondulado canoso, algo de papada, estatura media, una destacada barriga que permitía que cualquier atuendo más o menos grande pueda adherirse a su voluptuoso físico, marcando así la recta final de su carrera después de años con una exitosa trayectoria, ya que era nada menos que “El profesor de educación física del colegio”, siendo tan prestigiosa para la ciudad y para la provincia ésta institución.
Recuerdo que Denílson conformaba la terna de “Responsables” de ese viaje que realizamos al terminar el colegio secundario. Él, junto a otras dos aristócratas profesoras de miramiento alto, venidas a menos, aunque todavía vestían alta costura, pieles y joyas, eran quienes fueron favorecidas para que nos acompañaran. La profesoressa Ferrato y la maitre Irigoyen Suárez, ambas titulares de las asignaturas de idioma; italiano y francés respectivamente, eran la que conformaban el bloque duro de Los Responsables.

El viaje

Con Denílson habíamos pactado algunas cuestiones durante el vuelo, yo hacía unos años lo conocía desde mi posición, aunque era una de esas relaciones que se forman entre profesores y de vez en cuando algún alumno. Consentimos esas pautas que eran solo algo así como normas de convivencia, surgió de un análisis muy simple, él necesitaba un acompañante para sus aventuras nocturnas y yo como menor de edad debía acudir a él para entrar a esos lugares y lograr que se me permita consumir alcohol, si bien mi prematuro desarrollo físico sumado a una joven barba colaboraba para que cada vez que llegábamos a esos sitios me presentara como coordinador del grupo y así podía adquirir vía libre en algunas cosas, otorgándome ciertos privilegios. Ingresábamos a cualquier lugar yo le daba el dinero, ya que él se encargaba de comprar en la barra lo que juntos íbamos a consumir resultando así un plan ideal para obtener un resultado espléndido.
Fue ese un viaje que superó ampliamente mis expectativas, sí, se lo debo agradecer, lo disfruté mucho.
Aún habiendo transcurrido un par de años recuerdo cuando pasaba por el colegio entraba para saludar a Denílson.


El inicio de la historia

Pasaron tres años. Un día me contó que iba a repetir el viaje que había hecho con mi promoción, ese mismo año mi hermano menor estaba en sexto, así que viajarían juntos, igual mi codesendietne es un tipo bastante más tranquilo que yo hasta el día de hoy, si bien por entonces era tendencioso a la masturbación en demasía, típico de la edad. La novedad no resultaba esa, sino que la profesora que me había dictado clases de Historia, Instrucción Cívica y Ciencias Políticas, quien era terriblemente hermosa iba a conformar junto a Denílson y otra profe más la terna de responsables de ese viaje.
Yo no lo podía creer, era un minón, soltera, en ese entonces tenía unos 30 o 31 años, morocha pelo lacio oscuro medio largo, cejas bien marcadas, ojos pardos, cara refinada, tez blanca, boca bien dibujada, cuello alto que la estilizaba y siempre relucía un escote que le llegaba a esas tetas prominentes de fuerte carácter que atraían la vista de cualquier persona transformándolo en un espectador de primera fila, buena cintura, caderas suficientemente anchas para sostenerlas con las manos bien firmes, piernas largas y esos pies que la subían a sus zapatos con tacos tornándola inalcanzable, recuerdo que con escucharlos imaginábamos y mucho, más con su perfume de Givenchy.
Lo pensaba a cada momento, me lo imaginaba de mil formas, Denílson iba a viajar con esa profesora.
Después que me confió esto, por unos días fue motivo de cargadas y risas cada vez que nos veíamos todas las veces, hasta la fecha del viaje.
Por supuesto, ese día llegó, me ofrecí a llevar a mi hermano al colegio para la partida, ahí estaban todos con sus familias, con Denílson no pudimos hablar mucho, debido a la presencia de su esposa e hijos que iban a despedirlo también.
De repente miro hacia atrás y llegaba ella como siempre resplandeciente, sola, busqué rápidamente complicidad en Denílson esta vez no la encontré, estaba en familia.
Se fueron, lo atormenté a mails de los que nunca recibí respuesta, pasaron los veinte días del viaje, yo estaba estudiando Ingeniería en aquel entonces, era imposible leer más de tres hojas seguidas sin que una secuencia de imágenes invadieran mi cabeza y me muestren como estaban disfrutando de ese viaje; cuanto lamentaba no haber sido en el mío tan afortunado.
Del colegio llamaron a casa para avisar cuando llegaban, mamá y papá no podían ir así que me ofrecí para ir a buscar al pendejo. Unos cuantos minutos antes ya estaba ahí para esperarlos.
Llegó el colectivo al colegio, comenzaron a descender los chicos, de repente bajó mi hermano le di las llaves del auto y esperé a Denílson.
Lo vi desde que estaba parado en el pasillo, esa mirada estaba cargada de historias por contar, mi rostro contento seguramente provocó algo, del otro lado una disimulada sonrisa me pedía tiempo para ser contadas. Así qué esperé.
Fuimos a casa con mi hermano, mis viejos estaban trabajando lo esperaron con la comida preparada, ansiosos por enterarse del viaje, mientras cenábamos tuve que poner rostro de circunstancia y escuchar todo la que en realidad ya había vivido en persona, ver esas fotos, video incluido, comentarios del viaje y cosas como esas. No pregunté nada.
Cuando el pendejo subió a la habitación, fui detrás en busca de información, mi ansiedad no podía ser dominada bajo ningún esfuerzo que humanamente pueda hacer.
- ¿Che, y los responsables que tal?- aguardé ansioso, creo que fue lo único que le había preguntado desde su llegada hasta ese momento.
- Bien, mil puntos- respondió mientras cargaba con pasta dental su cepillo.
- ¿Y... pasó algo? – insistí un poco.
Mi hermano sabía mi relación con Denílson y también de la belleza de Lucía- ¿Vos me preguntás si pasó algo entre ellos? ¿Entre Denílson y Lucía?- agregó.
Aguardé en silencio.
- Se la pasaron juntos, al segundo día ya andaban de la mano – y siguió con su aseo personal.
Había escuchado lo quería oír, si hasta ahí todo era producto de mi imaginación, algo me demostraba también que se acercaba a la realidad cada vez más, igual mi silencio se extendió. Apreté el puño como si yo formase parte de ese triunfo y me fui a mi cuarto a dormir.
Pasé por el colegio un par de veces, pero se había tomado algunos días para descansar. Lucía vivía cerca del trabajo de mi vieja, así que por ahí iba a saludar a mamá para ver si la encontraba, pero nada.
Un día Denílson me envió saludos con mi hermano, no dudé pasar al día siguiente.
Entré al colegio con una sonrisa que delataba mi ansiedad por escuchar todo con lujo de detalles, caminé una vez más por esos pasillos eternos hasta el gimnasio, ahí estaba tomando asistencia, me pidió que lo espere un momento y yo tenía para él todo el tiempo del mundo.
Me contó brevemente algunas cosas, como que había estado todo bien con Lucía, yo sabía que era de guardar respeto a su señora esposa, pero me confió que no lo pudo manejar, y lo entendí, realmente lo entendí. Aún así me confesó que fue un sueño, una luna de miel en Italia con la profe más hermosa del colegio.
Dos palabras se desprendían de mi boca “si” y “ajá” era todo lo que podía agregar a ese monólogo de cuarenta minutos o una hora que necesitó para contarme algunas cosas, a manera de resumen finalizó la hora de educación física y me dijo que lo espere para llevarme a casa, al club o donde sea,.Demostró interés así continuaba con su relato. Me contó casi todo, lo que no me contó pude imaginármelo con facilidad. Al finalizar me pidió absoluta reserva como la seriedad del caso lo requiere, obviamente esto nadie lo sabe, al menos de mi.


El acuerdo tácito

Una tarde calurosa de diciembre, llegó el acto de fin de curso del colegio, con las pertinentes autoridades, estábamos todos, alumnos, directivos, las familias, se entregaron títulos y honores correspondientes, acto aburrido como siempre, nada de eso había evolucionado demasiado, algunas lágrimas para la ocasión, abrazos, fotos y eso.
Todos muy formales, las profesoras, Denílson y Lucia. ¡Como transpiraban esos pibes con saco y corbata!, yo había asistido de camisa, aún después de una larga discusión con mamá, pero igual soy propenso a la transpiración y las manos me sudaban un montón.
Al final del acto entre saludos y esas cosas que ameritan la circunstancia, me acerqué a charlar con Denílson, le pregunté como estaba el tema con Lucía, ahí me manifestó su preocupación, haciéndome la propuesta.
- Todo bien – me dice- acá no pasa nada, el tema va ser en la fiesta la semana que viene, ahí voy a estar con mi familia, yo sé que metí la pata, pero no quiero pagar un costo tan alto- continuó.
- Claro- agregué y quedé pensando en esa situación tan incómoda para él, buscó un par de copas del lunch y se volvió a acercar.
- ¿Me podrías dar una mano? Alguien la tiene que entretener en la fiesta.
- Mmm...- pensé y pensé – No conozco a nadie che- añadí.
Igual Lucía era una mina que sabía la situación de Denílson, ¿qué problema podía tener?, además capaz ella ya estaba con alguien, pero igual está bien que el tipo se preocupe pensé hacia adentro.
- ¿Vas a la fiesta?- preguntó.
- Y... ¡si!, va toda la familia- Su mirada me estaba suplicando algo.
¿Qué podía hacer yo con mis veintiún añitos frente a tamaño monumento? Nada. En la ardua búsqueda de solucionar un problema a un amigo seguí pensando.
- ¿Entonces la podrías invitar?- agregó.
- ¿A dónde?
- ¡A la fiesta bola! , a donde va a ser.
Habían concurrido a ese acto unas trescientas personas más o menos, tal vez un poco más, el salón que estaba lleno se había enmudecido, todos giraron para vernos y nos estaban escuchando, acomodé mis lentes con el dedo índice de la mano derecha.
-¿Qué?, ¡no!- fue algo espontáneo y esperé que se reanuden las conversaciones mirando a mí alrededor
- ¡Dale!- insistió- no te pido que te hagas del novio, solo de compañía.
A esa altura unas cuantas copas de vino habíamos bebido. A Denílson lo llamaron y se retiró por un instante.
En eso pasaba Lucía, con el impulso que me dio ese vino me dirigí hacia ella y nos saludamos. Estaba decido no sé de donde saqué tanto valor, entonces le pregunté.
- ¿Cómo andas Lucía? – con ánimo de acortar las distancias de ex alumno y profesora.
-¿Bien y vos?, ¿cómo va la vida de universitario? Todavía recuerdo tus andanzas en el colegio, viniste a ver a tu hermano, ¿no?.
- Si, está todo hecho todo un hombre- fue la respuesta más estúpida que a un ser sobre esta tierra se le pueda llegar a cruzar por la cabeza en esa situación.
Enmudecí, no supe que decir, jamás esperé que me contestara más allá de cómo estaba. Sólo se que sus ojos me estaban viendo, y esa boca se dirigía a mi, se quedó parada unos segundos, los que para mi fueron eternos, la transpiración me brotaba por todos los poros del cuerpo, estaba empapado. Y se fue.
Me quedé solo, Denílson que estaba viendo de lejos se acercó.
-¿Y, todo bien?- mientras me daba una palmada en el hombro.
Todavía shoqueado a causa de no haber logrado nada.
- Si, todo bien- respondí, no sé todavía por qué.
- ¡Bien! Gracias vas a ver que va a estar perfecto- me miró a los ojos y se despidió.
Bueno, no me explico cómo di esa respuesta, estaba claro que no era igual lo que él se imaginaba con lo que efectivamente estaba pasando, y todo esto surgió por mi exclusiva culpa, encima ya se había ido ¿cómo le decía eso, que fue todo un mal entendido?, si solo faltaba una semana para la fiesta.
Sumergido en esa confusión tuve que empezar a idear cómo invitarla para llevarla a la fiesta, ella vivía en su departamento cerca del laburo de mi vieja, así que podía pasar todos los días por ahí, hasta que en algún momento me la iba a cruzar, pero eran pocos los días como para dejarlo a la suerte, así que fui al colegio más o menos en los horarios que ella habitualmente tenía que dar sus clases.
Nada de diálogos preparados tenía que ser algo que pareciera ocasional. Una tarde iba camino al club y decidí desviar el trayecto para pasar por ahí, pero una vez más no la encuentro.


El encuentro

Un día, yendo para el club mi madre me llama para que pase a buscar unas cosas, ahí en la esquina venía caminando ella de ropa sport, así que estacioné en la otra cuadra más o menos en la mitad y comencé a caminar, no tenía ni idea de lo que tenía que decir, pero si sabia el objetivo.
Cuando estaba más o menos cerca, tomé valor y la miré fijo a los ojos, entonces me vio.
- ¿Hola Lucía cómo estás?
- ¿Hola bien y vos?, vivís por acá- Agregué intentado que comience una conversación.
- Si, si acá a media cuadra- señalando con la mano derecha- ¿vos que haces por el barrio?
- Viene a traer unas cosas a mi vieja que trabaja acá- sin dejarla pensar demasiado, las palabras fluyeron- ¿con quién vas a la fiesta? ¿vas no?
- Sí – me aseguró- pensó un momento – Voy sola.
- ¿Si? Yo también, ¿querés que pase a buscarte?- sin pensarlo demasiado, en ese momento.
- Mmm, ¿te parece?, debes tener alguna novia que te acompañe...
- No para nada, no me cuesta pasar, ¿en qué departamento vivís? ¿paso por acá no?
- Bueno, dale, es el piso 4 Dpto. 1, ¿te vas a acordar?-
- Si, claro – Ella no sabía que podía olvidarme como llegar a mi casa y la dirección, pero nunca todo lo que me dijo. Si me lo contaba a mi mismo, minutos antes no lo iba a creer, logré algo de la manera más casual y de la manera menos pensada, estaba feliz realmente, uno en esos momentos se imagina un montón de cosas, con todas las alternativas posibles y aún improbables, es imposible sentar la imaginación por un momento y que se quede estática.
- Nos vemos el viernes entonces – era lunes- Nos saludamos y seguí mi camino, ella el suyo.
Me fui corriendo a ver que quería mi madre, y lo primero que le dije, fué – ¿En qué van a ir a la fiesta del viernes?-
- Hola ¿no?, en el auto- respondió.
No agregué más nada, tenía una segunda oportunidad y sabía por donde buscarla y como. Hable con ella, me pidió un mandado que ni me acuerdo y me fui a correr, volví a casa antes que llegue mamá, dejé las llaves del auto y me fui a la parte de atrás.
- Hola Homero, tengo que contarte algo- mientras el estaba en el patio de casa en la mesa de piedra, frente al asador, tomando una copa de vino tinto, con queso y una bondiola que le habían regalado.
- No le habrás dicho a tu madre que estoy haciendo una picada un lunes ¿no?- sin interrumpir su destreza.
- No Homero, ¡recién te veo! ¡es otra cosa!
- Bien – y se tranquilizó.
- ¿Viste la profe del colegio, esa que me dio clases a mí y ahora le da al pendejo?
- Esa que está muy buena- me cortó.
Ahí pude relatarle lo ocurrido sin demasiados detalles, que en realidad a él no le interesaban, terminamos la conversación con:
- Quedate tranquilo, no se habla más, nos vamos en taxi, total somos tres, sino vemos, pero vos te vas a buscar la profe en el auto.
Sabía la respuesta que me iba a dar Homero en un tema como ese, y más en esa situación de pleno placer clandestino frente a la pasibilidad que pronto llegue mamá.
Me fui a dar una ducha, con todas las ansias.


La noche

El día llegó, fui a sacar el auto del lavadero, le saqué un traje a mi viejo del guardarropa, me puse mi mejor perfume, un bóxer que no esté roto y el reloj que me regaló mamá cuando terminé el colegio. En eso baja Homero.
- ¿Le avisaste a tu madre?
- ¿De qué? – respondí
- Del auto.
- ¿Y si ya lo arreglé con vos?
- ¿Pero no le avisaste? bueno dale, andá antes que venga porque va a estar pesada, yo después llamo un taxi.
- Terminé y partí.
Me fui pensando de todo, estaba cada cosa en su lugar, auto limpio, buen traje, perfume, caramelos, puntual, bien. No sabia que hacer, si compraba o no preservativos, dudé unas cuadras, y me decidí compré dos cajas, una la escondí en la guantera.
Me bajé derecho al portero, toqué timbre y esperé ansioso.
La primera vez no respondió nadie, miré la hora eran cinco minutos antes del horario acordado. Volví a presionar, me fijé bien, recordé la conversación, el portero del Piso 1 departamento 4. Nada. Toqué tres o cuatro veces. No puede ser, pensaba.
Después de tanto preparativo, me había dejado en una gran maceta. Plantado.
Bueno, volví a las puteadas, miré la hora, ya no podía volver a casa y buscar a mi familia así que me fui para el hotel donde era la fiesta.
Entré al salón de actos un poco avergonzado, todavía enojado. Me mezclé entre la gente, agarré una copa y algún bocadito, cuando lo encontré a Denílson. Estábamos hablando después de unos días sin vernos, pasa Homero y me mira con una sonrisa cómplice, estaba del brazo con mamá y su cara de orto, pero ya se le iba pasar.
Nos saludamos, siguieron caminando, entonces una vez solos le conté lo que había pasado, Denílson me dijo.
– No importa, no aflojés ahora te dejo mi lugar en la mesa de profesores, no le pierdas de vista la copa y después lo manejás vos.
Empezamos a tomar los respectivos lugares, Denílson a los empujones me llevó hasta la mesa, me depositó justo al lado de ella.
- Bueno teniendo en cuenta que está mi familia, le cedo el lugar a un egresado del colegio que me va a reemplazar en la cena- dijo eso y se fue.
Nadie entendía nada, las viejas profesoras me miraron de arriba abajo, casi como un scanner de aeropuerto para detectar armas, yo amablemente saludé, busqué el asentimiento de Lucia y me senté.
- Pasé a buscarte- Dije por lo bajo.
- ¡Huy no!- Exclamó- ¿en serio? pobre, pensé que no ibas a pasar.
- Si estuve ahí puntual y bien preparadito- me victimicé.
Después de algunas aclaraciones que no vienen al caso empezamos la cena pregunté que iba a tomar y seguí las instrucciones al pié de la letra.
Así fueron pasando las horas, fui entrando en confianza, llegó el baile, a pesar de mis duras articulaciones hice un intento por divertirla un poco, venía todo muy bien, reímos, mantuve su copa que ya era una de champagne todo el tiempo como recién servida, las horas transcurrían.
En un momento se va al baño y al volver me dice.
- Bueno, me voy
- ¿En serio?- respondí.
- Si, si estoy cansada y ya es tarde.
- Te llevo acordate lo de anoche- intentando de conseguir un sí.
- Pero quedate todavía quedan chicas - sonrió un poco, como no queriendo asumir, lo que yo pensé hasta ahí que eran sus ganas.
- Dale vamos – caminé hacia la puerta y nos fuimos.
Buscamos el auto, estaba intranquilo, las manos me sudaban más que antes, me saqué los lentes los puse en la guantera ahí donde estaba la otra caja de preservativos, el alcohol me había dado todo el valor que necesitaba, salimos despacio.
El trayecto lo hicimos al menos en mi cabeza en segundos, llegamos a la puerta de entrada del edificio y todavía no había logrado avanzar demasiado, así que me invité a su departamento a tomar un café.
Ella solo sonrió – Me parece que tomamos mucho.
Insistí. Fue una especie de juego por un momento. Nos despedimos con un beso, fue un beso casi normal, pero no era pleno tenía el sentido de sus labios, demoró, no resistí, ella tampoco, nos besamos.
Estacioné bien el auto y subimos al departamento. En el living, le digo – ¿tenés algo para tomar?- otra vez dudó.
- Yo tomé demasiado, me voy a hacer un café – dice y se dirigió a la cocina
Abro la heladera, en la puerta una botella de champagne ya destapada, la saqué, y cuando me doy vuelta la tengo ahí, enfrente, juntó su cuerpo al mío y me desprendió la camisa, nos besamos, mientras iba bajando sus manos hasta el cinto, me apoyé en la mesada de la cocina, intento llevarla a la habitación, me detiene, la agarro y levanto el vestido de un lado apretando el culo con la mano izquierda, en la otra, la derecha, la botella, en el mismo momento subo la mano que podía por su espalda y la hundo entre los pelos a la altura de la nuca agarrándola también del cuello, se tira hacia atrás, dejándome al descubierto ese escote extenso hasta sus tetas para que se deslicen burbujas, ahí respiraba fuerte, tomamos juntos lo que bebía de su pecho, sale, se agacha y la acompaño con la mano hasta abajo, abre bruscamente mi pantalón botón y cierre juntos en un mismo movimiento, baja el bóxer, me saca la botella y vuelca.
La única luz era la de la heladera abierta, me quito el saco y la camisa, tiro zapatos, la levanto a ella, agarro bien fuerte esas caderas y la apreto, la acaricio estaba mojada entera, creo que no paramos de besarnos, también enteros.
El sol que se subía al balcón nos encontró desnudos completamente, cogiendo por segunda vez, ahora en el living.
Llegó el momento de irme, la camisa empapada, la hice un bollo y me puse el saco solo, bajamos, en el ascensor una viejita que me miró con desprecio a mi, creo que con un poco de envidia a ella, tenia cosas para pensar. Me fui.



El final

Nunca más volvimos a estar solos, no me animé a tocar el timbre jamás. Una vez, me la encontré de casualidad y me aclaró lo que ella pensaba, yo lo lamenté mucho. Pasó bastante tiempo de eso.
Un día, volviendo con Homero de Buenos Aires, llego a casa y estaba mamá muy triste, afligida porque un auto que venía por la misma ruta había sufrido un accidente, se encargó de averiguar por miedo a que nos haya ocurrido algo, bueno le dije:
- Tranquilizate ya estamos acá y estamos bien.
Me miró a los ojos con esa mirada que continuaba triste.
– ¿Sabés quien era?, Denílson – me dijo.
Como el cielo que se va nublando, me invadió una sensación extraña que nunca había sentido, la volví a mirar porque en un momento pensé que había escuchado mal, sus ojos me lo afirmaban, pero igual, me senté en un sillón del living. Esperé y llamé al colegio, efectivamente era él.
Al cementerio concurrió una multitud, creo que había gran parte de la ciudad y al rededor, yo fuí con el gordo, mi amigo no vidente de la otra cuadra, que lo llevaba de un lado y, del otro mi novia actual.
Ahí estaba parada Lucía, no abrazamos con un sentimiento muy fuerte, nos unía lo que sentíamos por Denílson.
Volví inmortalizando en mi archivo imaginario muchas conversaciones, imágenes, cosas.
Todavía recuerdo su sonrisa cuando al relatarle lo sucedido aquella noche, me dio las gracias con un abrazo y una palmada, después, me contó que se había quedado con ganas la noche anterior de otra copa de champagne, ya que esa botella estaba caliente.
Por Florencio Rustulleda.

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