Volvíamos de San Isidro para Retiro, el tipo estaba ahí sentado en la tarde del sábado pasado viajando en el tren, por lo menos venía desde Beccar y leyendo. En principio solo lo veía de perfil unos pasos desde atrás, compenetrado, su pelo canoso llamó mi atención, llevaba los brazos inclinados hacia él con las hojas del diario a escasos centímetros de sus narices como un sabueso pega su hocico al suelo para seguir el rastro, a gran velocidad repasaba las líneas a no más de tres centímetros de distancia lo suficiente para que el papel no lo roce y ensucie su nariz.
Este es un espacio elaborado a partir de no hallar lo que se buscaba, un sitio de expresión que está lejos de perseguir algún sentido a la trascendencia, se relatan: estados de ánimo, cuentos, anécdotas, historias escuchadas y otras vividas. Desde la necesidad de manifestarse que tenemos algunos mortales, sin ánimo de enriquecer, herir, causar daño o perjuicio, ni mucho menos incidir en el intelecto formado de quien se atreva a leerlo. Cualquier responsabilidad es de su exclusivo cargo.